viernes, 7 de enero de 2011

36 a 48 meses | Salud Prepare a sus hijos para las vacunas, la anestesia y los exámenes de laboratorio

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La calma y el apoyo de los padres es fundamental para que el resultado de estos procedimientos sea satisfactorio.
Existen tres episodios en la vida de un niño que pueden resultar inolvidables. Estos están relacionados con la aplicación de vacunas, la práctica de una anestesia o a la toma de muestras en un laboratorio. Aunque solo nombrarlos resulta un poco intimidante, existen métodos que preparan a los pequeños, de manera adecuada, para estos delicados procesos.

Para dormir profundamente…Algunos pequeños nacen con malformaciones leves y enfermedades que se desarrollan en la infancia. Otros necesitan procedimientos diagnósticos (radiografías, tomografías, endoscopias y colonoscopias, etc.). Situaciones que ameritan una anestesia o sedación.
Piedad Echeverry Marín, anestesióloga pediatra del departamento de cirugía de la Fundación Hospital de la Misericordia y coordinadora del Comité Nacional de Anestesia Pediátrica de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación, dice que es indispensable que un menor, junto a sus padres, asista a una valoración preanestésica. Esto, con el fin de valorar al niño y a su familia, aclarar dudas y prepararlos para el procedimiento. En esta consulta externa, además, se deben evaluar y tratar los siguientes aspectos:
1. Antecedentes. Valoración del estado de salud del niño. Con los padres, es importante resolver si existe alguna complicación que impida practicar la anestesia o sedación.
2. Normas de ayuno. Es el tiempo en el cual el niño debe dejar de comer, antes de ser anestesiado o sedado. Este aspecto es importante porque, con cualquier tipo de sedación, explica la anestesióloga, los reflejos de conciencia se ven alterados y, si el paciente acaba de comer, existe una alta probabilidad de vómito, lo que puede ocasionar una broncoaspiración.
Este tiempo depende de la edad el niño. Los menores de 6 meses requieren un ayuno solo de 4 horas. Hasta los 3 años de edad, debe ser de 6 horas, para alimentos que contengan leche y sólidos. Y solo de 3, para líquidos claros (aguas azucaradas, té, agua de panela o jugos completamente cernidos). Para los mayores, debe ser de 8 horas para lácteos y sólidos; y 3, para líquidos claros.
3. Ansiedad. Esta también depende de la edad de los niños. Los bebés, por ejemplo, se irritan cuando tienen hambre; para ellos, el ayuno debe ser estricto y el chupo se convierte en gran aliado el día del procedimiento, pues el reflejo de succión los tranquiliza.
Los niños de 1 a 3 años sufren de ansiedad de separación; es decir, sienten miedo al apartarse de sus padres. En estos casos, si el adulto está tranquilo, puede acompañar a su hijo hasta que esté dormido.
Los más grandes, con más de 6 años de edad, ya tienen conciencia de dolor. Aquí es importante la entrevista con el anestesiólogo y el diálogo con los padres.
“Es importante contarles a los niños que van a sentir sueño, van a dormir y luego van a volver a despertar. Hay que aclararles que, cuando despierten, todos vamos a estar a su lado”, señala la doctora Echeverry.
Otra recomendación es llevar el juguete favorito del menor.
4. Resolver la ansiedad de los padres, pues son los encargados de dar apoyo.
5. Personal certificado y una institución certificada. Deben ofrecer los recursos disponibles para el paciente y su familia.

Cuando de un pinchazo se trata…Las vacunas son necesarias, irremplazables e inaplazables. Son un método de prevención de enfermedades, fundamental para prever la buena salud del niño.
Por eso, si usted es de esos padres que temen que el pequeño haga pataleta o que se le ‘torture’ en un consultorio médico, es ideal que, desde un comienzo, sea usted el facilitador de este proceso.
Carlos Torres Martínez, infectólogo pediatra, afirma que es la actitud de los padres la que determina cómo le irá al pequeño con la aplicación de las vacunas. “Hay que reconocer que muchas veces los adultos son más ansiosos y miedosos que los mismos niños”, opina.
Por eso, son los padres quienes, desde un comienzo, deben explicarles a los pequeños cuál es la finalidad de su aplicación, así entenderán “que las vacunas pueden producir una pequeña molestia que no pasa de un pinchazo”, afirma el doctor.
Es fundamental que el adulto le brinde apoyo al menor, no solo antes, sino que durante el procedimiento lo acompañe, lo oriente y lo premie –sin chantajes– por su disposición y valentía, ya sea con un dulce o un regalo.
 Finalmente, es fundamental que se evite tratar el tema como una amenaza. Muchas veces se estigmatiza la vacunación como un castigo y, cuando llega el momento real de hacerlo, los niños evitarán ir al médico.

En el laboratorio…Adelaida Perilla Ballesteros, bacterióloga, coordinadora del Sistema de calidad de Laboratorios Gómez Vesga y encargada de la toma de muestras pediátricas de dicha institución, dice que, antes de tomar cualquier muestra de sangre, es importante que el menor conozca de qué se trata el procedimiento.
“Hay que decirle, en términos coloquiales, que le vamos a hacer un examen, que vamos a evaluar el estado de las proteínas y vitaminas, y que nos dirigimos al laboratorio. Después, allí, nosotros nos encargamos de explicarle el resto”, explica.
En el laboratorio, la experta dice que debe haber una armonía entre el lugar donde se va a practicar, el ambiente, la pericia de los especialistas que toman la muestra, los niños y los padres.
“Cuando el niño se enfrenta a una ida por urgencias a la clínica o al hospital, ve algo muy frío. Y, de entrada, lo asocia  con el dolor. Pero, cuando va a un laboratorio, su primera impresión debe ser favorable”. Por eso, la idea es que esté adecuado para un público infantil.
Durante la toma de la muestra, el juego y el diálogo son una opción para entablar una relación de seguridad y confianza entre el bacteriólogo y los infantes. Los padres también son muy importantes en ese momento. “Cuando el paciente es más pequeño, el padre es fundamental en la toma de muestra porque lo abraza y lo sostiene, mientras que el personal se encarga de que el niño no vea la jeringa”, añade Perilla.
Sin embargo, dice la anestesióloga, no hay que anularles los sentimientos de dolor a los niños, pero sí hay que animarlos para que traten de ser valientes. En los más pequeños, añade, se puede usar el chupo, pues “con el reflejo de succión, se calman”, dice.
Cuando son más grandes, son los adultos quienes deben apoyar al experto a la hora de tranquilizar al infante.

A la hora de vacunarlos…El infectólogo pediatra Carlos Torres Martínez enumera las siguientes recomendaciones para los padres y cuidadores:
1. No hay razón para un trauma. Las vacunas son el método de prevención más importante que salva millones de vidas cada año y en ese niño pueden hacer la diferencia de que padezca una enfermedad que le deje secuelas graves o lo mate.
2. Tener muy buena relación con el vacunador. Los niños deben conocer quién es; él, por su parte, debe ser cálido y cariñoso. Uno de los grandes errores es llegar a un sitio donde no lo conocen y hay un ambiente complicado.
3. Poner las vacunas de mejor calidad, porque son las que menos duelen, tienen mejores jeringas y menos efectos adversos.
4. Brindar un soporte sicológico al niño sobre el tema. Se le pude explicar que las vacunas “son soldaditos que se introducen en su cuerpo y le van a servir para que crezca más fuerte”, dice el doctor.

Por Karen Johana Sánchez
Redactora ABC del bebé

F  eltiempo.com

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