domingo, 11 de noviembre de 2012

Miedo al dinero y otras fobias insólitas


Miedo al dinero y otras fobias insólitas


No son muy conocidas pero pueden afectar la vida personal y social.

Pueden existir tantas fobias como personas hay en el mundo. La lista es interminable. Las más comunes son la acrofobia (miedo a las alturas), la zoofobia (a los animales) y la claustrofobia (al encierro en un lugar pequeño). Pero hay otras, menos conocidas, que también pueden llegar a incapacitar a quienes las sufren, como el miedo a tomar asiento en ciertas circunstancias (catisofobia), a bañarse (ablutofobia), a las mujeres hermosas (caligenofobia), a dormir (somnifobia), al trabajo (ergasiofobia) y al dinero (crometofobia), entre muchas otras.
Para el abogado Rodrigo Novoa, de 34 años, la imponente plaza de San Marcos, en Venecia, un paso obligado para los turistas, bien puede ser para él el lugar de sus pesadillas. La plaza es conocida por albergar a miles de viajeros y fotógrafos y también a un animal al que Rodrigo le tiene auténtico pánico: las palomas. "Estuve un segundo allí y tuve que devolverme, fue grotesco ver tantas palomas. Cada vez que veo una tengo que salir corriendo, les tengo repulsión y me parecen asquerosas. En Bogotá, la plaza de Bolívar está vetada para mí, prefiero pasar por un lado antes que tener que encontrarme con esos animales", cuenta Rodrigo.
Él es parrofóbico, como se conoce a quienes les tienen miedo a las aves; pero también ha tenido que lidiar con la acrofobia, es decir, terror a las alturas, por lo que no puede acercarse a las ventanas ni a los balcones. Tampoco es capaz de subirse a una silla para cambiar un bombillo, porque piensa que se va a caer.
Esta clase de miedos de gran intensidad pueden generar ataques de pánico, crisis de llanto y ansiedad. Sin importar de cuál se trate, todo fóbico percibe aquello que le produce miedo de una manera diferente en su cerebro. "Las fobias -explica el psicólogo José Páramo- activan una estructura llamada amígdala, que hace parte del sistema límbico, encargado de la modulación de las emociones. En este caso, esa estructura se sobreestimula con un evento que genera temor y causa reacciones exageradas, como el llanto y el sudor".
Pero sentir miedo es algo normal; de hecho, es una muestra del sentido de supervivencia: "Cuando este se convierte en algo exagerado es cuando hablamos de una fobia. Puede que una persona sea consciente de que un objeto, por ejemplo un peluche, no le va a hacer daño, pero de todas maneras le tiene pánico. Ahí es donde entra la parte irracional, pues no hay una amenaza real", explica, por su parte, Augusto Reyes, profesional en Biología, Química y Ambiente de Maloka, donde durante noviembre se presenta la exposición Fobias, un viaje al lado oscuro de los miedos a través de cinco módulos donde el visitante podrá experimentar una invasión de ratas, tarántulas y escarabajos, así como la sensación de quedarse atrapado en un ascensor defectuoso o la inseguridad del señalamiento público, entre otros.
Evolución o aprendizaje
Existen dos formas de adquirir una fobia: evolutivamente o por exposición directa y aprendizaje. La primera hace referencia a las fobias más comunes entre la gente, como a la oscuridad (nictofobia) y a los animales. "Estos miedos vienen de nuestro pasado primitivo; los depredadores eran grandes animales y mataban a los hombres en la oscuridad. Eso se ha guardado en nuestra memoria genética", asegura Reyes. La segunda tiene dos componentes: "Las personas pueden experimentar un evento negativo a partir del cual pueden desarrollar una fobia y, en consecuencia, sentir un miedo exagerado ante esas situaciones. También puede ocurrir que sin haber tenido una exposición directa, ese temor se aprenda; ese es el caso, por ejemplo, del niño pequeño que tras notar que su familia tiene una reacción desproporcionada ante un animal, crece sintiendo el mismo miedo", asegura Páramo.
El abogado Rodrigo Novoa conoce bien el origen de sus dos fobias: cuando era pequeño, a sus familiares les gustaba tomarle fotos en la plaza de Bolívar mientras las palomas se acercaban, pero él, lejos de sentirse feliz, experimentaba un profundo rechazo. En cuanto a las alturas, tuvo dos caídas que lo marcaron para siempre: una en un caminador y otra desde una montaña.
Pesadilla con ratones
Mónica Zapata es microbióloga y les tiene pánico a los ratones. A los ocho años un primo le arrojó una rata muerta encima y no ha podido superar el trauma. Cuando ve estos animales, le sudan la cara y las manos.
Y hasta tiene pesadillas donde se comen sus piernas. "Cuando veo un ratón, no puedo volver a pasar por el mismo lugar", cuenta.
Cuándo acudir a los expertos
Cuando una fobia interfiere en la vida diaria y afecta las relaciones sociales, es importante consultar con expertos. Después de identificar el origen se inicia un tratamiento que puede incluir la 'desensibilización' progresiva del fóbico frente al objeto o situación de sus miedos mediante el contacto progresivo; dependiendo del caso, el manejo puede requerir psicoterapia y medicamentos. Las primeras sesiones pueden durar unos 45 minutos, pero después se pueden prolongar durante horas para que el proceso quede completo y se pueda dejar atrás el miedo irracional.


F  eltiempo

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