lunes, 20 de diciembre de 2010

0 a 6 meses | Nutrición Las sanas conductas de alimentación deben fomentarse desde los primeros días de vida

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Algunos expertos dicen que los hábitos de la madre influyen en los de su futuro hijo.
La alimentación que recibió la mamá durante la gestación y la que consumirá su hijo posteriormente marca, incluso, la causa de la muerte. Lo dijo David Barker, un investigador británico en 1994. Y aunque su hipótesis es aún motivo de análisis, varios estudios han demostrado también que un niño con bajo peso al nacer podría padecer en el futuro hipertensión y morir a causa de infartos o accidentes cerebrovasculares. Esta teoría, que explica Giovanni Zapata, médico holístico y director científico de Ser Vital y a la que también se refiere la FAO  en varios documentos (Food and Agricultor Organization), significa que, lo que comen las mujeres durante la gestación, también marca los hábitos de los niños, sus rutinas a lo largo de la vida y las enfermedades que podrían presentarse.
Por esa razón, es de vital importancia que cuando se decide tener un hijo, los conocimientos sobre nutrición sean suficientes para ofrecer al niño herramientas para potenciar su desarrollo.  
Un mundo de afánNo es un secreto que los ritmos de vida alteran la dieta diaria: comidas que se omiten, el consumo de productos rápidos y, por lo tanto, cargados de calorías y conservantes, que derivan en niños y adultos gordos y enfermos.
‘El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2004’ es un estudio publicado por la FAO, en el que se analizan las costumbres sociales que llevan a la malnutrición por exceso, relacionada con las dinámicas en las ciudades. Aseguran los investigadores que el crecimiento de las urbes, unido a un aumento del poder adquisitivo, ha llevado a una transformación en rutinas y dietas. “En los hogares en los que ambos progenitores suelen recorrer grandes distancias para ir a trabajar y tienen horarios de trabajo muy largos, se consumen más comidas fuera de casa y se adquiere un mayor número de alimentos elaborados de marca”, señala el estudio.
Las cifras revelan esas tendencias a la comida prefabricada y con pocos aportes nutricionales, debido al aumento en el número de supermercados y cadenas, propiciado por el consumo y el poco tiempo. “En el decenio que va de 1988 a 1997, la inversión extranjera directa en la industria alimentaria aumentó en América Latina de 222 millones de dólares a 3.300 millones”.
Esta observación de la FAO revela, por ejemplo, que en 1987, Kentucky Fried Chicken abrió su primer restaurante de comidas rápidas en Beijing (China). Quince años después había 600 en todo el país. Y esto deriva en cifras más aterradoras: “Se estima que 84 millones de adultos en los países en desarrollo padecen diabetes, y que hacia el año 2025 ese número ascenderá a 228 millones”, sentencia la investigación.

Sanos desde la cunaPor eso, la propuesta de los especialistas ante este panorama de grasas, dulces, sedentarismo  y enfermedades crónicas es crear conductas sanas en los niños desde sus primeros días de vida, para que obtengan los nutrientes indispensables que favorezcan su desarrollo.

0-6 meses. Nada mejor que la leche materna. A menos que contraindicaciones médicas lo señalen, no existe alimento más completo para el bebé, ni siquiera la leche de fórmula más costosa. “Si el bebé nació a término, de buen peso, la leche le da todo lo que necesita como proteínas, carbohidratos y grasas, que tiene propiedades para favorecer el desarrollo”, explica Óscar Iván Quintero, gastroenterólogo y nutriólogo pediatra, especializado en epidemiología de Pfizer Nutrition. Sonia Riaño, nutricionista especializada en alimentación y nutrición para promoción de la salud, asegura que, actualmente, las madres cuentan con recursos para conocer las técnicas adecuadas de lactancia. Por ejemplo, asesorías personalizadas de pediatras, salas de lactancia o asociaciones como la Liga de la Leche. “Si el niño agarra bien la areola del seno y come a libre demanda, no hay problema de que quede con hambre. A veces las mamás se llenan de ansiedad y corren a comprar la leche de fórmula.

Lo importante es conocer la técnica y obtener asesoría”. Durante los primeros seis meses el bebé no necesita ningún otro alimento. Nada de agua mineral, aguas de hierbas, jugos y mucho menos, leche de vaca, porque lesionan su sistema digestivo, entre otras consecuencias.

6-12 meses. Comienza la alimentación complementaria. Es esencial que cada mes se le brinden alimentos nuevos, para que no lleguen con retraso en sus hábitos alimentarios al año de edad. Del sexto al séptimo mes se deben brindar frutas no ácidas, sin adicionar azúcar o sal. Es muy importante que no se licuen, sino se maceren o espichen, sugieren tanto la nutricionista Riaño como el médico Giovanni Zapata. Esto permitirá que los maxilares trabajen para masticar y esto derive, incluso, en el desarrollo correcto del lenguaje.  Los niños no acostumbrados a este proceso escupen la comida, lo que preocupa a los papás, y se debe precisamente a que al no poder tragar deciden botarla.
La leche materna debe mantenerse, pero Sonia Riaño recomienda no darla antes de las comidas, porque el bebé queda satisfecho y luego no recibe alimentos. Es un error también reemplazar con leche materna alguna comida que el niño no quiso tomar, pues esto retrasa el desarrollo de los procesos masticatorios.
Del séptimo al octavo mes los alimentos son más sólidos. Puede hacerse puré de papa, plátano picado o carnes.
Entre los 8 y 9 meses las comidas del bebé van aumentando en cantidad y número de alimentos. Por ejemplo, se puede dar una sopa pequeña y un producto sólido. Ya en este momento se ofrecen cinco comidas diarias alternadas con leche materna, que funcione como postre, es decir, después de las comidas. Se introducen las leguminosas. Al décimo mes se puede ofrecer garbanzo, al mes 11, fríjol, hasta que, cumplido el año, consuma los mismos alimentos que todos en casa. LImposible dar antes de esta fecha alimentos que ocasionarían alergias como pescados, huevo, fresa, melocotón o kiwi.

Arterias tapadas en la infanciaEl gastroenterólogo y nutriólogo pediatra Óscar Quintero aconseja a los padres no dar alimentos que no estén indicados para los menores, como comidas procesadas, cargadas de sodio y potasio, que además de no ser necesarias generan problemas de salud.
El médico holístico Giovanni Zapata asegura que observa con frecuencia a padres que además de que le dan tetero (W es recomendado) lo alternan con sorbos de gaseosa. “Si el niño acostumbra su paladar al altísimo grado de dulce y de sal que vienen en las comidas industrializadas, ‘chatarra’, el niño se habitúa a esos niveles de sabor. Además, la mamá sale del apuro de la comida dándole galletas o papas fritas sin saber que, para que estos productos tengan ese sabor, les incorporan monoglutamato sódico, que estimula las papilas y de alguna manera envicia al niño, pues el estímulo llega al cerebro y genera placer. Y la mamá llena esa barriga chiquita con un paquete de papas y luego espera a que el niño reciba comida y se preocupa si no es así. Es un gran contrasentido”.
Por eso, los expertos recomiendan que las primeras comidas no incluyan azúcar o sal, pues los niños no conocen la diferencia entre estos sabores y esas cargas de condimento no son sanas para su sistema digestivo, aún en desarrollo. Es por esto que hay “niños muy pequeños que ya tienen dentro de las arterias estrías grasas, porque ingieren estos alimentos de una manera alarmante”, señala Zapata.
Comida y hábitosLas comidas deben incluir todos los grupos de alimentos. La hora de sentarse a la mesa debe ser una actividad compartida en familia, que permita al niño entender la importancia de este ritual. La nutricionista Sonia Riaño asegura que en estos casos los padres deben ser ejemplo y autoridad, pues no pueden corretear al niño para que reciba la comida, sino sentarse frente a él, con los demás miembros. Tampoco se recomienda, en ninguna circunstancia, cambiar el almuerzo por galgerías si el niño dejó servido el plato, pues el pequeño sabrá que si no come, recibirá estos alimentos en reemplazo. Todos los expertos coinciden en que la época entre el año y medio y 2 años en la que el niño pierde el apetito, es normal. La tranquilidad de los padres es esencial, pues en ocasiones se cometen errores como ofrecer alimentos presentados de manera poco llamativa, no variar las comidas, o servir porciones excesivas.

Loncheras perfectasLa nutricionista Sonia Riaño aconseja que la lonchera lleve siempre una proteína, que puede estar presente en jugos naturales con leche, mezclados con hielo, para mantener las condiciones adecuadas para el consumo. Si han de incluir una golosina, es ideal que tenga pocos colorantes. Las frutas deben estar bien lavadas y preferiblemente que conserven su brillo y color, porque un banano ‘negrito’ desanima a los niños. Por último, el especialista Óscar Javier Quintero, asegura que los padres no deben estresarse si no llevaron una fruta al salir con el niño. Los alimentos industrializados son rápidos y salvan de un momento de hambre. “Lo importante es que sean la excepción, no la regla”.

F   eltiempo.com

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